La relatividad del tiempo y el espacio son su día a día, sólo de esa manera se logra estar en varios lugares a sólo minutos de distancia.

Texto: Matty Guzmán
Fotografía: Cortesía

La inquietud por los trazos y las líneas lo llevó al ITESO, coqueteó con la arquitectura, pero el gusto por la aviación le hizo cambiar de rumbo. Inició su formación aeronáutica estudiando mecánica de aviación, y conforme el tiempo transcurrió su pasión por la aviación siguió en aumento.

Nacido de padres michoacanos, Eduardo comenzó trabajando un par de años en la extinta Mexicana de Aviación para después migrar al segmento ejecutivo, donde se enamoró de los aviones.

En México existen tres tipos de aviación: comercial, privada o ejecutiva y militar; cada una tiene su magia y sus procesos. En la militar estudias en el Colegio del Aire y después prestas tu servicio al ejército para seguir ahí o para migrar a cualquiera de las otras dos. La aviación comercial es la más común, aquella en la que pagamos un ticket para ir de un lugar a otro por distintas aerolíneas, ésta cuenta con la infraestructura, equipo y personal necesarios para que todo esté resuelto. En la ejecutiva es totalmente distinto, la tripulación se encarga de todo, logística, preparación del avión, carga de combustible, estudio de ruta y meteorología, (Flight Planing), atención al pasajero y gestión de permisos ante las distintas instancias que involucre la operación, por mencionar algunas.

Justo ahí, donde se enamoró de los aviones, él supo a qué se dedicaría; los que lo conocen saben que le encantan los retos; así que viajar por el mundo desde la aviación corporativa era la ruta indicada para Lalo.

Desde esta posición, tuvo la fortuna de colocarse en grandes empresas, entre las que destacan Kimberly-Clark, HOMEX, BMW, Grupo Vidanta y actualmente Cinépolis, con quienes lleva 6 años trabajando. De este último empleo nos comenta: “Además de disfrutar mi trabajo, agradezco trabajar para una familia noble, culta y educada que me permite ejercer mi labor con total libertad”.

Poco hemos reflexionado sobre los requisitos que deben cubrir los pilotos aviadores; Eduardo nos cuenta que deben tener la licencia vigente y en ella la capacidad del avión que vuelan, para lograrlo deben ir por lo menos una vez al año al colegio para evaluarse y volver a certificarse. “Estamos una semana en el colegio y en un simulador sintético en donde nos colocan en situaciones complicadas o adversas (emergencias) para saber cómo resolverlas y mejorar la reacción ante un peligro”.

De igual manera, tienen que estar física y mentalmente aptos; por lo que deben hacerse exámenes médicos y psicológicos semestral y anualmente para asegurarse de que pueden tomar las mejores decisiones para tener una operación segura.

Eduardo, vuela un Challenger 605, manufacturado por Bombardier, un jet de mediano – largo alcance, en esta máquina del tiempo, ejerce su profesión con todas las implicaciones y sacrificios; sin embargo, es un trabajo que le permite recorrer el mundo, conocer espacios, escuchar historias, probar cocinas y vivir culturas.