En el cuerpo de Elisa se esconden historias que interpreta con la danza.

Texto: Carolina Cázares
Fotografía: Carlos Quezada

Elisa Carrillo (Texcoco, 1981) es un reflejo del arte. Su cuerpo es capaz de contar múltiples historias a través del baile. Por cada movimiento, respira, se regenera, late, crea y vive. Es más que una bailarina del Staatsballet de Berlín, más que la ganadora del Benois de la Danse (2019), el Alma de la Danza (2019) y del Festival Internacional Dance Open de San Petersburgo (2013). Es un ave fénix del ballet actual, una leyenda de la danza contemporánea, una muestra de que los sueños se cumplen; sobre todo, es el ejemplo de que, cuando Elisa sale al escenario, México sale con ella a bailar.

“El baile es un respiro de vida. Es transformarte completamente en algo puro. Es felicidad, pasión, amor. El baile es la mejor arma que existe para combatir la violencia”.

¿Dónde están las cenizas una vez que esta artista se calza las zapatillas y sale a escena, manteniendo la elegancia de un ser mítico? ¿Dónde acaba la fábula y empieza la verdad de una bailarina innata? Elisa Carrillo comenzó su carrera a los seis años y a los 14 viajó a Europa para conocer el mundo del ballet profesional del más alto nivel. A partir de ese momento, nadie detendría su vuelo.

“El baile es un respiro de vida. Es transformarte completamente en algo puro. Es felicidad, pasión, amor. El baile es la mejor arma que existe para combatir la violencia”, nos comparte Elisa desde Alemania por vía telefónica. Como uno de los íconos del ballet de México que ha triunfado en el exterior. Elisa Carrillo promueve, desde hace un par de años, una beca homónima para jóvenes que desean tener una carrera en danza. “En México hay mucho talento, lo que pasa es que a veces los padres no pueden apoyar económicamente o no tienen información y lo ven como algo lejano. Yo inicié mi carrera gracias a las becas. Si yo logré consolidar mis sueños, cualquiera puede hacerlo”, explica.

Fue en 2011 que Elisa Carrillo se convirtió en la primera bailarina del Staatsballet de Berlín y, desde entonces, ha consolidado su carrera en Europa. Las interpretaciones de la bailarina cuentan con solidez en la técnica de la danza clásica, así como de un importante componente de interpretación teatral. En resumen, Elisa es la conjunción perfecta entre un renacer eterno de emociones y la destreza de quien domina el cielo. “La dificultad técnica de los pasos es muy importante. Pero mis partes favoritas son aquéllas donde tienes que contar historias con los pasos. Transmitir emociones en cada movimiento”.

Es así que, en cada ejecución corporal que Elisa realiza, hay un salto al vacío donde se unen el misticismo y el arte de la danza. En sus dedos se entretejen la disciplina y la técnica, el alma y el corazón de una mujer mexicana que ha logrado elevar hasta lo más alto su carrera en la danza clásica.