Apasionado por el arte, Érick Fernández nos comparte su trabajo y su amor intangible que tiene por él, disfrutando de la pintura desde un sentido abstracto.

Texto: Mayumy Salinas
Fotografía: Cortesía

Apasionado por la acción de pintar, Érick Fernández Gracida comenzó su carrera como artista plástico después de retomar sus estudios de licenciatura de Artes Plásticas en el Instituto Cultural Cabañas. Entre sus reconocimientos se encuentran: el quinto lugar en una convocatoria realizada por el periódico El Informador y dos menciones honorificas en el periódico Mural, fue ganador de El Salón de Octubre, obtuvo la selección para la convocatoria Atanasio Monroy y, el año, pasado obtuvo mención honorífica en la Bienal Nacional de Pintura Julio Castillo, sólo por mencionar algunos.

“Cuando observo una de mis pinturas después de haberla hecho; le encuentro cosas nuevas, por esa razón me quedo con lo que significa para los demás”.

A Fernández Gracida le agrada que su trabajo intente tener la mano del pintor como la vieja guardia; es decir, técnica. Después, llega el proceso de intelectualizar, eso dependerá de cuál de sus obras se trate. Sus obras surgen a partir de la inspiración propia; como todo ser humano, piensa en él y en alguno de sus problemas. Posteriormente, se basa en lo que hay a su alrededor, lo del día a día y lo que se encuentra a su alcance, eso lo transforma en increíbles pinturas.

“Es cosa de estar alerta en donde sea que este”, explica. Acerca de lo que significa la creación del arte, menciona que comenzó a darle resultado el quitar de su trabajo la palabra “arte” y simplemente lo tomó como el oficio de la pintura per se. “Creo que debes alejarte o despreocuparte de la idea de hacer arte”, añade. Es el óleo el mayor recurso en sus obras. Disfruta la idea de darle la espalda a lo que entendemos por arte en estos tiempos; y entonces, hacerlo.

“El arte es una cosa intangible que tratamos de materializar ocasionando que nos llenemos de malentendidos”.

El artista nos comparte que la pintura ha sido siempre parte de su vida, lo ha ayudado a determinar, decidir y resolver de diferente manera otros temas ajenos al arte; es para él una gran herramienta para la reflexión. El quehacer artístico se torna para Fernández un asunto obsesivo durante la acción de pintar o producir su propuesta. “Pareciera que todo el tiempo una parte de mí está trabajando en cómo aterrizar un cuadro. Creo que debemos estar reforzando constantemente el discurso propio sin encasillarnos en un estilo repetitivo, pero sí evolucionarlo en el contexto técnico y propositivo artísticamente”.

El arte ha sido una base en la formación de Érick Fernández, su trabajo le otorga un sentimiento de seguridad y se ha convertido en el cúmulo de experiencias atesoradas. El artista disfruta la pintura desde un sentido abstracto, ya que el amor es algo intangible que nos sirve como soporte a los seres humanos.

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