Por: Miriam Pérez Manrique | Fotografía: Ivett Aranda (@ivettarandafotografia)

En cada una de sus obras, Flor muestra un fragmento del alma que acompaña al ser humano.

“Mi obra de arte no me la quiero tomar tan en serio, pero luego sucede que es algo que me identifica. Produzco porque es un don y creo a partir de eso. Todos los acontecimientos que suceden después se logran a través de la disciplina”.

Para Flor Bosco, la disciplina es una de las bases de su equilibrio, la cual le ha ayudado a desarrollar el don de crear discursos a través de objetos. Aunque no se considera una artista formal, desde niña siempre estuvo rodeada de arte: es hija de Juan Bosco (pintor retratista leonés) quien fue alumno del afamado Antonio Segoviano. En su casa siempre estuvo cercana a la obra de grandes artistas a través de libros y de lo que le enseñaba su padre.

Su habilidad por el ensamblaje inició -recuerda- como un juego. Le gustaba abrir sus juguetes y ponerles cosas, hacerlos diferentes; para ella solamente era una manualidad. Con el tiempo se dio cuenta que esa forma de armar era un género de arte basado en el objeto encontrado, en donde el objeto tiene su propio discurso.

El estilo de su obra surge de todas las cosas que la han cautivado desde su infancia, etapa que ha marcado su trabajo de sobremanera. En su trayecto se encuentra con objetos que reflejan cosas personales, que incluso, no son de su agrado; es entonces cuando nace la necesidad de expresarlo, poniendo voz al objeto y poniendo además, la de ella. Sus piezas más íntimas son las que más eco hacen en el otro.

“El tiempo te pone en el lugar que debes estar y me reconozco como una mujer de mi tiempo”. La sensibilidad de Flor le ha llevado a descubrirse en diferentes disciplinas, como el arte objeto; transmitiendo el mensaje que le van narrando los objetos se encuentra a sí misma, eso lo refleja en su obra. La Pintura y las letras surgieron como una forma de expresión.

Precisamente, Flor se encuentra en una etapa de exploración con las letras, de manera casual –y también como una necesidad– comenzó a escribir. Siempre ha sido una aficionada a la lectura. Ha trasladado la narrativa de sus objetos a palabras, cada uno de sus objetos tiene su propio cuento, a partir de ahí ha desarrollado ensayos y poesía libre. Con la empatía hacia los demás se ha conocido como persona, así como de todo aquello que implica el ser humano. Esta etapa de renuncia, desprendimiento y reconciliación es parte de su búsqueda por la paz interior, después de encontrar la incongruencia en sí misma reflejada en el otro.

En el año 2018 formó parte del muestrario de poesía ‘Las avenidas del cielo’, compilación realizada por el Dr. Benjamín Valdivia, donde participaron escritoras de Aguascalientes y Guanajuato, y cuya presentación se dio en el pasado Festival Internacional Cervantino. Ese año se editaron en Guadalajara dos libros de artista: ‘4 Haikus’ y ‘Tipos de moscas’. Su última exposición ‘Desde el exilio’ consta de 39 piezas, las cuales se dividen en haikus (un tipo de poema japonés). Esta exposición sólo se ha exhibido en Guanajuato capital en dos ocasiones y para marzo de este año llegará a otras ciudades.

Actualmente, trabaja en su nueva obra de gran formato e instalación, dejando hablar al objeto por sí solo. Se presentará a mediados de este año, aunque aún no sabe en qué recinto. De igual manera, escribe ‘Memoria prestada’, una compilación de versos libres donde se abordan los diferentes dolores que afectan al ser humano, situaciones ajenas que las hace suyas, por intuición y empatía, y de la cual ya se publicó una parte en la revista literaria La Presa.