Gabriela nos recuerda que los títeres son para el niño que todos llevamos dentro.

Texto: Matty Guzmán
Fotografía: Bruno Gómez de la Cueva

Parte de su familia materna tiene raíces michoacanas, pero fue la Ciudad de México la que en 1955 vio nacer a una gran y talentosa artista. Su papá era arquitecto y su mamá hacía todo lo que tuviera que ver con arte (cosía, pintaba, tejía, etcétera). Era una familia de creativos, por lo que formaron un hogar con estas características. Ahí creció Gabriela, quien prefería hacerles ropa a sus muñecas antes que jugar con ellas.

Cuando era pequeña, conoció a los famosos Muppets (primer acercamiento que la dejó fascinada). Casi 20 años después vio una exposición de títeres checos hechos de papel maché que robaron su atención y, desde entonces, no paró. “En un viaje a Nueva York vi también unas esculturas de títeres hechos con medias. Así que regresé a México muy motivada para empezar a desarrollar esta nueva pasión”.

Luego de conseguir una beca para estudiar en la antigua Checoslovaquia, tomó más y más ideas para iniciar su camino en el mundo de los títeres, el cual fue un proceso autodidáctico en su gran mayoría.

“Empecé a hacer cosas en aparadores; me pedían caricaturas de personajes famosos. En una ocasión hice alrededor de 40 personajes, con cada uno fui experimentando porque mi única inspiración eran sus retratos”.

De ahí, saltó a la pantalla chica con un programa de televisión que duró dos años y medio en el Sistema Michoacano de Radio y Televisión, en el cual ella conducía e invitaba a varios niños para que interactuaran con los títeres. Posteriormente, realizó junto con su equipo el Festival Internacional de Títeres de Morelia, una extensión del que se hacía en Ciudad de México. Duró casi 10 años con ese proyecto, lo que le permitió convivir con titiriteros de todo el mundo.

Con experiencia también en teatro, Gabriela Ortiz-Monasterio es, sin duda, una de las titiriteras más emblemáticas, pues son cerca de 400 títeres y esculturas los que han pasado por sus manos. Con la convicción de que cada títere tiene una personalidad, Gabriela nos recuerda que los títeres son para el niño que todos llevamos dentro; además, ayudan a que la gente se abra y atreva a decir cosas a través de un personaje porque se crea un ambiente de juego ligero y artístico.

“EL ARTE AYUDA A CONTACTAR LA PARTE EMOCIONAL Y SENSIBLE. LOS TÍTERES SON UNA FUENTE DE COMUNICACIÓN EXTRAORDINARIA PORQUE PUEDEN AYUDAR A HACER MUCHAS CONEXIONES, APARTE DE DISFRUTAR Y REÍRNOS COMO NIÑOS”. 

Quien se considera amante de la naturaleza y de la convivencia con más personas nos adelantó que, desde hace varios meses, empezó a colaborar en un proyecto familiar (‘Bloopers Títeres’) que dirige Santiago, su hijo, y en el que intervienen varios miembros de su familia.