Se lee muy fácil, fluido y hasta armonioso: vencer con inteligencia y paciencia, pero a veces parece algo imposible. Todos los días enfrentamos minúsculos tropiezos de mediano desgaste o caos inevitables e impredecibles que nos han partido los planes y nos han forzado a hacer tierra y replantearnos lo inimaginable.
Texto: Tere Almanza
Fotografía: Cortesía
A veces, trazamos posibles soluciones y priorizamos en orden de importancia todo lo que no tiene ni pies ni cabeza; entonces, tenemos el tiempo encima, estamos intolerantes a la frustración, entre adaptados y resignados a la incertidumbre, cada vez más sensibles e irritables.
Podemos ser autocompasivos y pacientes con el ritmo que lleva el mundo, el movimiento, las posibilidades y la condición humana. Podemos estar más dispuestos y receptivos a cosas que no veíamos antes, que no escuchábamos, cosas que no estábamos listos para asumir.
Cuando bajamos la guardia, desde nuestra vulnerabilidad, nos explota en la cara esa situación desbordada que es insostenible… Y ahí estamos, comprendiendo todo como observadores, en ocasiones paralizados, esperando y aplazando. A veces, el tema no es tener paciencia. Tenemos la vida, la mente, el alma y el corazón saturados de cosas y no sabemos ni por dónde empezar.
Vencer con inteligencia y paciencia implicará desarticular los hábitos que, poco a poco, fueron generando malestar; entender desde dónde se crearon ayudará a ver que nos viene bien, crear nuevos hábitos, soltar la resistencia a la transición, hacerle espacio al descanso reparador, curarnos las heridas abiertas, celebrar la vida y nuestra existencia presente.
El objetivo no es la meta, es lo que hacemos y cómo estamos mientras recorremos el camino. Poco a poco, un día a la vez, la paciencia e inteligencia necesarias caminarán junto a ti, genuina y naturalmente, mostrándote que todo está conectado con la sabiduría que ya portas y que todo, absolutamente todo, llega a su tiempo.