En su versión les quita el maquillaje a las cosas para ir más profundo y retratar una imagen más honesta y real.

Texto: Matty Guzmán
Fotografía: Enrique “Oso” Esquivel

En la zona de Tierra Caliente en Michoacán, se encuentra el municipio San Lucas, pueblo que vio nacer a Jesús “Chucho” Cornejo, un hombre capaz de contar momentos e historias a través de su lente. Sus grandes pasiones lo han llevado a descubrir el arte que cada persona trae consigo. Una sesión de fotos con él es literalmente una obra de arte; un proceso de introspección en el que las personas manifiestan quiénes son y qué están sintiendo en ese instante.

Muchos sabemos de su indiscutible talento con la cámara, pero pocos del origen. Jesús fue un niño que desde pequeño quería ser adulto; disfrutaba más de la plática con sus papás y sus abuelos (cuando sacaban las sillas al patio para disfrutar del aire fresco) que de las actividades de los niños. Y es que, lo suyo lo suyo era descubrir a las personas a través de sus historias.

Inspirado por su padre, “Chucho” llegó a Morelia en búsqueda de su primer amor: la música. A los ocho años aprendió a tocar la guitarra y ese talento lo perfeccionó, pero fue al poco tiempo que mezcló la música con la foto, pues debía dedicarse no sólo a ser músico sino también a ser artista.

Comenzó retratando la danza, artistas y conciertos, también bodas que le permitieran comprarse más equipo. Trabajó en la Cruz Roja Internacional haciendo foto humanitaria y foto documental, lo que le permitió viajar a muchas partes (otra de sus pasiones); de igual forma, realizó fotografía editorial para después especializarse en retrato. Y en todos esos escenarios el común denominador eran las personas porque, para él, una sesión no está completa si no hay un contexto, una conexión, un antes.

“La foto te hace que vivas: puedes irte de viaje, conocer personas interesantísimas, escuchar historias, divertirte, sentir, enamorarte y vivir”, comenta. Por eso es que su trabajo no sólo consiste en hacer fotos sino en construir recuerdos. Esta pasión por vivir la adquirió más fuerte en su segunda oportunidad de vida, ya que en el año 2011 sufrió un accidente en La Habana (Cuba) que lo dejó cuadripléjico y media hora desconectado. “Chucho” sabe que literalmente murió y resucitó en La Habana, por lo que hoy quiere entregarse al máximo a todo cuanto hace. También se reconoce como un fotógrafo que no sabe de poses. En su estilo les quita el maquillaje a las cosas para ir más profundo y retratar una imagen más honesta y real.

“Chucho” puede perderse en el mar y retratar al pescador, extraviarse en la tierra para encontrar al campesino, en España o Italia para conectar con alguien, visitar empresarios, recorrer los distintos rincones del país, retratar artes escénicas y artistas. Así lo ha hecho con miles de personas, incluyendo a Miguel Bosé, Francisco Céspedes, Jorge Drexler, Edgar Oceransky, Armando Manzanero, entre otros.

Ha aprendido de muchos y de todos porque ve su trabajo como un ritual energético entre personas y está convencido de que se retrata más con el oído que con la vista, porque para crear debes escuchar. “Inconscientemente es soltar el control de cómo te quieres ver para permitirte ser”, finalizó.

IG: @chuchotragaluz