Con una producción promedio de 15 pasteles a la semana, Cookcurucu es una propuesta gastronómica noble y deliciosa que han sabido apreciar innumerables familias de León.
Por: Mario Preciado (IG: @mariopreciado_)
Fotografía: Diego Torres (@torres8168)
Con este par de mujeres creativas y emprendedoras, se confirma la teoría de que la comida nos une. Además de ser madre e hija, ambas tienen en común su pasión por la repostería, por eso es que han llevado por un camino exitoso su proyecto Cookcurucu: pasteles con recetas tradicionales y familiares donde la premisa es que la decoración no sacrifique lo que es esencial, es decir, la calidad de los ingredientes y los sabores sutiles y agradables al paladar.
“La cocina siempre me ha encantado; en la casa, siempre había postres. Cuando Estefi se aburría, me pedía que hiciera pastelitos (…) Nunca dejaba que entraran a la cocina porque yo siempre era quien cocinaba, tanto salado como dulce –a mí me fascinaba lo dulce–; cada vez que llegaba a algún restaurante, lo primero en lo que me fijaba era qué postre rico había”, explica Yeya en relación al papel que ha jugado la gastronomía en su vida.
“Hacemos las cosas con amor, lo mejor que podemos y con la mejor calidad”
YEYA SANTIBÁÑEZ.
Estefanía recuerda que Cookcurucu comenzó cuando recién casada, decidió compartir en redes sociales las recetas que su mamá hacía, fue tal el éxito y la retroalimentación que tuvo por parte de sus seguidoras que le solicitaron clases de cocina; fue entonces que Estefanía animó a su mamá y pronto ya impartían clases a dos grupos cada semana.
Así continuaron durante un año hasta que Estefanía se embarazó y con Ivana chiquita fue inminente pausar las clases; aunque, sus alumnas les seguían solicitando recetas y encargando pasteles. “Una vez, nos pidieron un pastel para un cumpleaños de una niña y ella lo quiso con temática de puerquito –ni yo ni mi mamá estudiamos repostería o algo por el estilo, somos autodidactas–; desde ahí empecé a trabajar con mi mamá, ella con las recetas y yo me las ingeniaba para decorar los pasteles, de tal forma que fueran atractivos para venderlos”, afirma Estefanía.
Cuando formalizaron Cookcurucu –añade– un primer paso consistió en elegir qué sabores y recetas serían la base de su menú. Hoy un factor que las distingue es el betún de queso Philadelphia que implementan y que brinda a sus pasteles un sabor inicial y cremosidad que sorprenden gratamente. “Eso es lo que hace un poco diferentes a nuestros pasteles porque no es un betún pesado; lo creé a base de prueba y error (…) Nuestra intención era tener un estilo personal –no ‘único’ porque realmente en la pastelería nada es de esa forma”, explica.
Estefanía reconoce que de todas las facetas profesionales que ha desarrollado es justamente ésta la que más le ha gustado y la que más libertades le ha brindado respecto a su tiempo. Hoy, la demanda de pasteles que han tenido va de los 10 a los 20 pasteles a la semana; también cuentan con el servicio de cupcakes. Tienen una base de recetas que puede ajustarse a las necesidades del cliente, pero llevando en claro que la identidad de sus pasteles no es negociable. La pastelería para ellas evolucionó de ser un hobby a un negocio y planean a futuro, cuando Ivana (quien hoy tiene cinco años) y Romina (de dos) sean grandes, tener un establecimiento donde las familias puedan convivir y disfrutar los productos que realizan.
Instagram: @cookcurucu