“…Es urgente hacer algo, y no sabemos qué…” Ensayo sobre la lucidez, José Saramago

Texto e Ilustración: Víctor Hermosillo

Con la cantidad de datos disponibles y la maquinaria de monitoreo e información que tienen a su disposición, resultaría sumamente inocente pensar que los gobiernos a nivel mundial nunca pudieron acaso vislumbrar que más temprano que tarde, ocurriría una pandemia de las dimensiones por todo el mundo ya advertidas. Lo cierto es que muchos sistemas colapsaron en relación a su capacidad de respuesta.

No se trata este de un panfleto acusatorio. En ningún momento se está infiriendo que el
caos en el que hoy estamos inmersos haya sido premeditado, es preciso advertir que la
historia nos demuestra que esta novel pandemia no será la primera ni la última con la que tengamos que lidiar en el futuro. Lo cierto es que, la irrupción del SARS-CoV-2 ya ha tenido repercusiones graves en la vida pública de los países provocando un abrupto freno en las dinámicas sociales, el orden económico, e incluso político de miles de ciudades en todo el mundo, incluyendo virajes y maniobras inesperadas en el tablero geopolítico internacional.

Los signos de los tiempos (que no necesariamente apocalípticos) apuntan a que, como
cuerpo social, nos encontramos inmersos en un túnel oscuro, al cual ingresamos desde
hace tiempo atrás, muy probablemente sin darnos cuenta. Si bien las señales de que el capitalismo liberal agoniza son claras, también es cierto que aún no se acaba de configurar una nueva construcción social de la realidad y ante ello, la angustia se incrementa y, con ello, la incertidumbre nos asfixia. Hemos experimentado jornadas no fáciles de franca desorientación a nivel colectivo.

Resulta muy complejo predecir con exactitud lo que se viene en un futuro inmediato, más
allá de las posibles crisis económicas y financieras, más preocupantes serían en todo caso las crisis humanas y la instauración de nuevas pautas que regulen la convivencia social (¿podremos nuevamente saludarnos de mano?) ¿Cuáles son las consecuencias a futuro de lo que está pasando hoy? ¿Quién(es) las configurarán y bajo qué argumentos lo harán? ¿Tendremos que aceptar irremediablemente desde lo individual y lo colectivo, la normalización de un estado de emergencia como modelo de vida? ¿Aprovecharán la situación los regímenes autocráticos para restringir gradualmente las libertades civiles y el derecho a la privacidad de los ciudadanos?


Todas las crisis conllevan un cierto grado de oportunidad y esta no es la excepción. De
hecho, vivimos un momento insólito: es probablemente la única ocasión en la historia en
donde de manera sincrónica, miles de millones de seres humanos de manera obligatoria, se encuentran en condiciones de encierro doméstico a lo largo y ancho del planeta, pero más allá de eso, se encuentran en un territorio que probablemente nunca antes habían explorado: su espacio interior.


… y, desde ahí, surge la oportunidad para repasar y medianamente repensar la existencia
junto a sus muchas formas en las que ha sido vivida, de evaluar los andamiajes oxidados de nuestra sociedad. Es una valiosa oportunidad para reflexionar no necesariamente sobre una “nueva normalidad” impuesta desde la retórica oficialista de los esquemas de control gubernamental, sino sobre las muchas posibilidades de realidad, que como ciudadanos libres y soberanos tenemos derecho a imaginar y construir, de manera que se ajusten a nuestros valores, creencias, actitudes y posturas ante la vida. Es el tiempo no para correr ni apresurarse a abrir la puerta y volver a lo caduco y disfuncional. Ahora que contamos con pausas para respirar, es momento tal vez, de respirar un tiempo nuevo.