José Luna hoy con 81 años, oriundo de Morelia, Michoacán. En 1975 llegó a San Miguel de Allende con su esposa Berta Vázquez. Ellos antes de llegar ahí vivieron en la Ciudad de México.
Por: Laura Durán (@launiceduran)
Fotografía: Diego Torres (@torres8168)
Llegaron a San Miguel con la idea de seguir siendo artistas, Berta en la pintura y José con la escritura. Pero para vivir compraron un pequeño restaurante de unas 6 mesas, un italiano llamado Adriano’s y vivían en la azotea del mismo.
Se quedaron con el chef, pues les habían dicho que era muy bueno, pero a su primer cliente le cocinó un bistec como una suela de zapato, entonces decidieron despedirlo.
Ellos sin saber cocinar, ni cómo llevar un restaurante. Le pidieron ayuda a su amigo Paul Schatz, de California que fue una semana a San Miguel para enseñarles a cocinar 4 platillos italianos, aparte de las pizzas y con eso empezaron su menú y la decisión de cambiar el nombre a Mama mía.
Poco a poco fueron aumentando su menú, la gente les pedía platillos y empezaron a investigar cómo hacerlos de la mejor manera y con los mejores productos. “No importa que no sepas cocinar, pero si sabes degustar y sobre todo tienes los mejores ingredientes, no fallas”.
Gracias a un cumpleaños que fueron a celebrar en su restaurante. José pasó de ser mesero a artista. Aquí comenzaron las bohemias en el restaurante, primero del talento de él y después acompañado del trovador Octavio Tovar. “Decidimos tratar de no vender nuestra alma al diablo, pero sin perder nuestra Bohemia, el Mama Mía era y sigue siendo el centro de reunión de varios músicos”.
Empezaron en Umarán, 8. Pero, hoy tienen su propia casa en la calle Hernández Macías, 91. Una casa el doble de grande que la anterior en metros cuadrados, con huerta en la parte de atrás, con escenario para hacer conciertos, y con diferentes lugares que aseguran la vida del Mama Mía. La gente regresa porque el trato es amable para cualquier persona, todos son bienvenidos, siempre y cuando las personas que decidan visitar el restaurante sean respetuosas con los demás comensales.
Donde es ahora el restaurante Campestre, es propiedad de la familia desde 1983, una reserva de mezquites que siempre han mantenido y cuidado. En donde se cultivan orgánicamente todos los vegetales que se utilizan en Mama mía y que la gente también puede visitar si van ahí. Además tienen una casita en el árbol, un estanque con peces Koi, un arenero, una zona de juegos y caballos para pasear a los niños. Es más especializado en familias, de hecho llegan a estar de 4 a 6 horas haciendo una comida, pues grandes y chicos se divierten.
Hoy también realizan su cerveza llamada ‘Hechicera’. Para la cual Berta tomó clases junto con un amigo suyo argentino, Juan, el cual hizo varios cursos de cómo se elaboraba y comenzaron haciendo primero 50 litros con fermentadores chicos. Hoy ya hacen 7 tipos de diferentes de cervezas; malta que traen de Alemania, el lúpulo viene del sur de Oregón de las Montañas Cascade y otros ingredientes mexicanos que a base de error y acierto fueron perfeccionando la receta.
Berta además de pintar ahora toca el saxofón y José sigue escribiendo, junto con su familia llevan este gran negocio que empezó siendo la manera para comer y vivir y hoy disfrutan con amigos, artistas y clientes. Pero sobre todo siempre juntos emprendiendo, cultivándose y conociendo lugares.