Todavía no cumple un cuarto de siglo de vida y ya es una de las máximas representantes de millones de mujeres que hoy se cuestionan las creencias que les han sido dictadas durante años.
Texto: Matty Guzmán
Fotografía: Enrique “Oso” Esquivel
Esta moreliana de 24 años de edad es percibida como una mujer muy fuerte y poderosa (fruto de todo lo que le ha tocado vivir desde su nacimiento). Por eso, si de algo estoy segura es que Jimena Villicaña es una figura de lucha, sensibilidad, empatía y valentía, pues su condición de salud la ha llevado a cuestionarse cómo está viviendo su vida y de qué manera puede impactar en su sociedad.
Bajo un contexto de inestabilidad de su propia existencia, la licenciada en Derecho ha estado rodeada desde pequeña de un ambiente de hospital; con tan solo 7 años ya tenía dos transfusiones de sangre, y un poco más grande se le generó una enfermedad que hizo que un día despertara sin poder hablar, caminar, ni sentir. Fue en ese instante que este shock de vida le hizo preguntarse qué hubiera pasado si ahí hubiera sido su fin. Entonces se motivó a realmente vivir y cuestionarse qué quería hacer de ahora en adelante.
“Siempre fui la compañera incómoda, quien no se quedaba callada, y que todo cuestionaba; pero lo hacía únicamente con mi gente cercana. Un día sentí que tenía que ir más allá, y que probablemente la solución a los problemas que yo desde chiquita veía tenía que ver con notar las diferencias y hablar de ellas”, comentó.
El interés por participar en la vida pública podía sentirse como un primer paso para hacer que los cambios sucedan; y es que Jimena le perdió el miedo a muchas cosas cuando se hizo consciente que le pesaba más el no sentirse orgullosa de lo que hizo en vida.
Así que, en este proceso de renacimiento, se abanderó como la mujer intensa que todo cuestionaba y que, por primera vez, levantaba la voz por muchas mujeres que de entrada no se atrevían a hacerlo.
Tras la primera marcha contra los feminicidios, que se realizó en la ciudad de Morelia, ella salió a gritar por alguien más pero al mismo tiempo por los miedos que todas y ella también vivimos. Nunca más regresó a encerrarse y quedarse callada.
La niña que no se adaptaba nunca a los estereotipos de género hoy nos enseña a luchar por nuestros sueños sin límites, porque sabe que es parte de la generación que está contribuyendo a que las próximas mujeres no pasen por las injusticias que a nosotras, a nuestras madres o nuestras abuelas sí nos tocaron.
“El feminismo siempre ha luchado por la libertad, y nos vamos a sentir libres hasta que podamos vivir sin miedo y con igualdad. El feminismo no es la respuesta a todos los problemas, pero sí es la pregunta constante; es recorrer un camino incómodo al cuestionarte las creencias que te fueron dictadas incluso desde antes de nacer”.
Para ella, una sociedad justa es vernos sin diferencias, desde los ojos del respeto y la equidad. Una sociedad revolucionada es entender que calladitas no nos vemos más bonitas y que no es mejor guardar silencio para no incomodar.
Nos invita a cuestionarnos, a ser valientes y a alzar la voz, porque, lo que a ella la hace sentir orgullosa de su existir es su búsqueda incansable por eso que tanto anhela que es la libertad.