Por: Paco Castillo
Fotografía: Cortesía
Una madre es un ser de singularidad inexorable y de fuerza descomunal, que ha sido (y seguirá siendo) una figura casi perfecta. Encumbrada en los personajes de celuloide que han plasmado esa fortaleza o bien, ese drama interno que conflictúa, forma y a veces ensombrece la calidad humana, ha logrado convertirse en un tema recurrente para contar historias que el público disfruta.
Ideológicamente la madre se erige como una formadora de carácter, una educadora de modales y, porque no, también un gran detonante de traumas y conflictos. Vsevolod Pudovkin así lo revela en el filme La Madre (Mat), en donde lo bueno y lo malo se debaten en el corazón de una mujer que debe razonar sobre la ideología de su hijo y decidir si debe apoyarlo o no. O quizá algo un poco más idealista, pero a la vez plagado de racionalismo social en la cinta Stella Dallas de King Vidor, donde una mujer trabajadora hará lo que sea para poder generar un lugar socialmente aceptable para su hija y con ello labrarle un brillante futuro.
“El corazón de una madre no se equivoca, ¡lo sabía yo!” así exclamaba Doña Sara García en la cinta Regalo de Reyes, que por supuesto construyó la figura matriarcal mexicana y quizá uno de los modelos más fuertes provenientes de lo que debía ser un personaje abnegado y con altos estándares de sentimientos. Si se trata de empujar fuerte la madre Fordiana siempre viene la memoria en cintas como Las uvas de la ira (The Grapes of Wrath), en donde la figura materna es fuerte como un roble y arrastra de una manera abrumadora a todo el mundo para que aún y cuando las cosas no están bien esa carreta no se desmorone y llegue al final del camino.
Vitorio de Sica reestructuraría esa figura emblemática y la convertiría en aquella mujer que después de una gran pérdida sale igualmente adelante, ataviada con ropas de lucha, Sophia Loren es una viuda con una hija adolescente que sale adelante y entiende que el pasado no se puede dejar atrás en la cinta Dos Mujeres (La Ciociara). Corona de Lágrimas es quizá la apoteosis del drama materno, con una Marga López interpretando a esa madre ciega real y ciega de corazón que da todo por sus hijos, aunque ellos malgasten su tiempo en cualquier otra cosa. Alejandro Galindo construyó así el ápice del melodrama familiar con ese personaje que hasta la fecha sigue repitiéndose una y otra vez.
Pero no todo puede ser drama, que tal una madre atrapada en un lugar inhóspito que debe luchar contra la locura de su marido y uno que otro ser demoniaco que desea destruirla junto con su pequeño hijo en la aterradora pero exquisita película de Stanley Kubrick El Resplandor.
Sea cual sea la motivación, una madre siempre estará ahí para cuidar y proteger, formar, educar, guiar y trascender. La imagen de la madre en el cine será eterna, así que felicidades a todas las mamás.