Arquitecto y fotógrafo de arquitectura, Jorge está convencido de que la arquitectura de hoy debe generar comunidad y formas de convivencia.
Por: Mario Preciado (@mariopreciado_)
Fotografía: Diego Torres / Cortesía Narán
Inspirado por su tío, el arquitecto Norberto Torres (†), fue que Jorge decidió estudiar Arquitectura. Él fue quien construyó la casa de sus padres; en palabras de Jorge, un espacio bonito que invita a la introspección, con varios patios, muros anchos, dobles alturas, luz natural, muy al estilo de Barragán. Egresado de la Ibero de la Ciudad de México, la experiencia que vivió Jorge fuera de México aun durante la carrera y después de graduarse, le dio un panorama claro de la manera en que quería vivir y el tipo de proyectos que quería desarrollar.
Viajó a Chicago, Nueva York, Cuba, los países nórdicos, estuvo de intercambio en Sevilla y estudió en la Universidad de Liechtenstein, lo que representó un momento más de inflexión, porque a partir de ahí se dio cuenta de cómo las ciudades pueden ser ciudades de verdad, en el sentido de que se pueden caminar, andar en bicicleta, con eficientes sistemas de transporte público, seguridad, cuantiosos proyectos de usos mixtos: “Una ciudad abierta para toda la sociedad”.
Poco tardó en descubrir su interés por la fotografía de arquitectura, pasatiempo que desde hace dos años se convirtió en una práctica profesional. Y aunque la composición y la estética en él son un tema nato, es consciente de que el hecho de ser arquitecto lo pone en cierta situación de ventaja.
“Tengo una formación y conocimientos previos sobre lo que estoy fotografiando (…) En el proceso de diseño primero está en tu cabeza la imagen de una volumetría, de entradas de luz, de sombras, detalles que luego se plasman en dibujo o renders. Entonces, mi chamba como fotógrafo de arquitectura también es eso, resaltar las ideas y puntos que el arquitecto quiere hacer ver en su proyecto”.
Creando comunidad
Después de dirigir la remodelación de un centro holístico en la colonia Arbide, Jorge fue invitado a participar en Narán, desarrollo basado en el concepto de vivienda vertical cuya principal característica es la zona en la que está ubicada: el bulevar Campestre. “Está dentro de la ciudad y en una colonia importante donde ya hay usos mixtos, parques, camellones, hospitales; tienes todos los servicios que puedas necesitar a muy pocos metros de distancia”.
“Cada proyecto tiene su propio carácter (…) pero si nos vamos a que la arquitectura es un arte, entonces tiene un sello de tus raíces, de tu personalidad, de tus viajes, de lo que has vivido”.
Desarrollado por Ikigai, en el proyecto participaron también los arquitectos Diego Balderas, Renato Solares y Genaro Borrego. “Fue diseñado por los cuatro. Narán ha sido una escuela, casi un doctorado en Arquitectura porque participé en el anteproyecto, en el diseño arquitectónico, luego me metí a la obra y estuve en un punto que hasta yo entregaba los departamentos”.
Narán consta de cuatro torres con 228 departamentos, desde 40 hasta 200 metros cuadrados. Con jardineras, plaza central, co-working, guardería de perros y salas que se pueden reservar. Está pensado en un nuevo urbanismo que crea entornos cómodos y accesibles. “La importancia que tiene para mí la arquitectura es el poder generar propuestas para la gente, que quienes las habiten vivan felices y tengan buenas experiencias, así como quienes viven alrededor de ella”.
Instagram: @jsuccar
Web: jorgesuccar.com