La premisa misma del proyecto derivó en una bella infrecuencia: un artista visual que pinta con fuego compra una casa en Blackwood Street y construye su estudio ataviado de madera quemada.
Redacción: José Miguel Pazzi.
Fotografía: Raphaël Thibodeau.
Blackwood Studio es resultado de una historia que inició hace varios años con el encuentro de Steven Spazuk, artista visual cuyo género emerge del fuego, y los creativos de la firma arquitectónica Atelier BOOM-TOWN. Spazuk deseaba liberarse de las limitaciones de espacio de su estrecho estudio instalado en el ático de su casa en Léry, a orillas del lago Saint-Louis, en Montreal.
Bajo esta idea, la firma diseñó una primera versión del proyecto, instalado en el patio trasero de la residencia del artista, decisión tomada a partir de la prohibición municipal de construir “estudios artísticos” en edificios accesorios. Una vez allí, las limitaciones del sitio pronto hicieron que los costos subieran en espiral, lo que obligó a la búsqueda de un nuevo sitio que involucrara casa y un estudio. El destino sería Blackwood Street, una inmensa zona boscosa en los límites de la frontera con Estados Unidos que encantó a primer contacto al artista.
Esta vez, la oportunidad de hacer realidad el proyecto con el que Steven soñó adicionaba componentes estructurales de la casa directo al estudio. El presupuesto seguía siendo modesto, la forma simple, pero el contexto permitió la creación de un espacio bien integrado tanto con los edificios existentes como con el entorno natural. El lugar está esencialmente dedicado a la creación y disposición de un área de oficinas, donde predomina el acento acristalado del espacio que permite una conexión íntima con el magnífico exterior, así como los contrastes entre el blanco y el negro que anegan el lugar.
La posición de las aberturas se diseñó para permitir que la luz natural ilumine juiciosamente el estudio y que el artista se relacione con la naturaleza. Dado que el fuego marca el pulso del método de trabajo de Steven Spazuk, se requirió un revestimiento de madera quemada para cubrir el volumen principal de su taller. Finalmente, una larga claraboya blanca corta una rendija, como un lazo de flecha, en la fachada suroeste, captando con absoluta cadencia y moderación el sol que le visita por la tarde.