Por: Laura Durán (@launiceduran)

El mundo del vino se volvió a reunir en el Bajío para celebrar una década de historia. Tinto Bajío cumplió 10 años y lo hizo en una nueva sede: los majestuosos jardines de la Academia Renacimiento, que se convirtieron en el escenario perfecto para brindar por el crecimiento de una de las experiencias más queridas por los amantes del vino en México.

Este año, el evento se transformó en mucho más que una cata colectiva. Más de 100 etiquetas de vino mexicano estuvieron disponibles para degustación, representando a casas vinícolas de Guanajuato, Aguascalientes, Coahuila y Baja California. Viñedos consolidados y nuevos proyectos compartieron espacio en una celebración donde la calidad, el sabor y la pasión por el vino fueron los grandes protagonistas.

La propuesta gastronómica fue uno de los principales atractivos. Los asistentes pudieron disfrutar desde un corte a las brasas hasta una torta argentina, pasando por cocina nikkei, japonesa, libanesa y una clásica paella, gracias a la participación de restaurantes como Argentilia, Arrocería Guanajuato, Sushi Tai, Sato, Frascatti, Al Mashrek y La Vaka, entre otros. El área VIP ofreció un servicio personalizado con mesero y un menú a la carta exclusivo de Grupo Argentilia, elevando aún más la experiencia.

La música en vivo acompañó la jornada con una energía vibrante que se sintió frente al auditorio de la Academia. Bandas locales como Idoia, Mónaco y Metropolitan pusieron el ritmo, mientras que el domingo se vivió un momento muy especial con la Orquesta Infantil de la Academia Renacimiento y agrupaciones como Jazz Sax, Teclado y Sky Band. El ambiente fue relajado, festivo y elegante, donde cada brindis se sentía como parte de una gran celebración compartida.

Los asistentes disfrutaron también de más de 17 catas guiadas, donde pudieron conocer a fondo los aromas, matices y procesos detrás de los vinos de casas como Freixenet, Viñedos San Miguel, Casa Madero, Cava Ortiz, Tierra de Luz, Cordus, Barón Balché, Bodegas Guanamé, Tierra Adentro, Hasen, Viñedos de la Reina, San José de la Vista, Cuna de Plata y muchas más. Cada copa fue una puerta abierta al mundo del vino mexicano, con historias que resonaban entre sorbo y sorbo.

Además del vino, hubo un sinfín de experiencias complementarias que enriquecieron el evento: productos Marca Guanajuato, quesos gourmet de Puebla y Guanajuato, embutidos, joyería artesanal, cerámica de Trinitate, cestas y accesorios para picnic, café, puros, venta de autos, financiamiento, seguros y la asesoría de un sommelier urbano, todo en un entorno cuidadosamente diseñado para disfrutar sin prisa.

Tinto Bajío fue también un evento familiar. Los niños contaron con espacios dedicados a ellos, como una ludoteca, talleres de pintura de copas y cerámica, inflables y áreas de juegos. Mientras los pequeños se divertían, los adultos podían relajarse, conversar, descubrir nuevos vinos y saborear propuestas gastronómicas únicas. El ambiente fue bohemio, fresco y alegre, con outfits veraniegos que combinaban perfectamente con la vibra de viñedo y celebración.

A diez años de su primera edición, Tinto Bajío sigue cumpliendo su misión: acercar el vino mexicano al público del Bajío. Lo que comenzó como un sueño de Lorena Succar y Marcelo Castro hoy es una realidad que ha crecido edición tras edición, convirtiéndose en una cita obligada para quienes entienden que el vino no es solo bebida, sino cultura, identidad, arte y convivencia.