Raúl Macías nos comparte una perspectiva diferente de cómo debe ser el amor.
Texto: Raúl Macías (@raul_macias)
Fotografía: Especial
De todos los conceptos, el que más me gusta cuando se habla de una pareja es el de “compañero”, porque manifiesta sin pretensiones la razón de ser por la cual nuestra naturaleza humana nos impulsa a buscar a ese alguien: acompañar y ser acompañado.
El problema es que la cultura en la que hemos sido formados ha impregnado una serie de ideas que, aunque son románticas, obstaculizan el sano caminar en una relación de pareja.
De todas ellas, la dependencia emocional es una de las más recurrentes. Bajo el lindo cuento de “encontrar la media naranja” vamos por la vida pensando que somos seres incompletos que necesitamos a otro para estar bien; esto, además de falso, resulta peligroso porque al encontrar esta supuesta “media naranja” depositamos en ella responsabilidades que son estrictamente nuestras, como la búsqueda de la plenitud y la paz interior.
Hace poco escuché decir a un amigo que no había parejas felices, sino personas felices que hacían pareja. La frase me parece muy adecuada para explicar este punto. Pensar que eres infeliz, porque tu pareja hizo o no hizo tal cosa, sólo te priva de darte cuenta de que es una tarea exclusivamente tuya el conquistar tu felicidad. De la misma manera es un error comprar esa idea y cargar con la infelicidad de un ser humano sólo porque es tu pareja.
Decir “te necesito” aunque resulté romántico se aleja mucho del amor, porque el amor tiene como punto de partida la libertad. “¿Estás tratando de decir que el amor debe respetar la libertad?” No sólo eso, el amor tiene que ser libre o no es amor. Estar con alguien porque no puedes vivir sin él o porque tu vida pierde sentido si no está, es una peligrosa trampa y, si lo piensas, qué horrible debe ser que alguien esté contigo no porque quiere sino porque no puede estar sin ti, eso es estar como preso de ti o, peor aún, estar preso de alguien.
Cambiemos la perspectiva, imagina que por el contrario encuentras a alguien que goza de su libertad y que lucha por su plenitud personal, sabrás que estás frente alguien que puede decidir por muchísimos senderos y, si de todos esos senderos te elige a ti, imagínate cuán especial serás.
No hay que perder de vista que cada humano es un ser que en su individualidad se basta a sí mismo, esa es la conquista a la que estamos llamados todos: a amarnos, respetarnos, disfrutarnos y conocernos a nosotros mismos, sólo cuando hemos avanzado en estas tareas personales, estamos listos para salir de nosotros y compartirnos con alguien. No puedes ofrecer nada que no tienes primero en tu interior.
“Le dije a ella cuando estábamos por despedirnos: me harás mucha falta. Ella me vio con mucho amor y me dijo: no, no me extrañes, también tienes que aprender a amarme cuando no esté contigo…”