Te dicen frente al altar: “Hasta que la muerte los separe”, los más laicos firman un contrato frente al registro civil sin fecha de expiración, ambos casos suponen una unión “para siempre” y esta condición genera más ansiedad de la que debería.
Por: Raúl Macías
Fotografía: Cortesía
Apenas comienzas a externar tu intención de contraer matrimonio y tu entorno, entre broma y broma, se encargará de ponerte al tanto del “mal paso” que estás por dar. “¿Ya te cansaste de ser feliz?”, me dijo un primo. Bueno, hasta los solteros con un aire de inocencia preguntaban: “¿No te provoca conflicto que de ahora en adelante estarás sólo con una persona?”.
Vivimos en una época donde los compromisos generan miedo. No queremos estar vinculados a nada que implique periodos de tiempo: el sueño de nuestros padres de entrar a una compañía de trabajo, y hacer carrera hasta jubilarse, fue sustituido por saltos constantes (de empresa en empresa) disfrazados de crecimiento. En estos tiempos, esperar no es una facultad que estemos desarrollando. Hoy una serie de televisión se consume en un maratón de unas horas y ya ningún disco de música se escucha completo, sino que vamos directo a una lista de hits. La paciencia se evaporó del mundo.
Esta nueva forma de concebir el tiempo choca directamente con el “para siempre”, que en sí mismo supone un matrimonio. Se habla ya de “matrimonios temporales”, una idea para establecer plazos a la unión. ¿Te casas para siempre? Pienso que sí. Uno va al altar o al registro civil a enmarcar la unión del amor, no conozco otra cosa que trascienda al tiempo y al espacio. Es cierto que a veces lo confundimos con enamoramiento, pero ese error no lo debería padecer ni el matrimonio, ni el amor.
Si el “para siempre” te provoca temor o ansiedad, quizá sea porque lo estás viendo con imprecisión y soberbia. El provenir es algo que no está completamente en nuestras manos, por lo tanto ese “para siempre” puede durar sólo el resto de tu día ¿no piensas que la vida se va en un abrir y cerrar de ojos? El amor es lo más importante mientras vivimos, lo demás es lo de menos. Morir es inevitable y esa promesa de amor es una tarea del presente, del hoy.
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