Con un formato íntimo y enriquecedor, este par de artistas conjuntan teatro, música y gastronomía.
Por: Mario Preciado (IG: @mariopreciado_)
Fotografía: Diego Torres (IG: @torres8168)
Al llegar a La Casa de la Complicidad serás testigo de cómo se conjura la magia de la teatralidad. No hay espacio para la cohibición; antes bien, es una suerte de guarida acogedora donde todas las historias son posibles y el arte vive en muchas de sus formas. Apenas entramos y comenzamos a tomar las fotografías, previo a hacer la entrevista, Armando y Humberto se relajan y no sólo cumplen con su papel de anfitriones, sino que nos muestran el foro, las luces y demás artilugios que son esenciales para sus puestas en escena. Pronto hacen caso a nuestra solicitud de traer máscaras y cualquier objeto de utilería que pueda transmitir lo que allí sucede.
Originario de Venezuela, Armando ha vivido en México por 22 años; León lo dejó cautivado con su cielo y horizonte que permite –asegura– vistas como en ningún otro lugar. Con una formación variopinta, atendió la Escuela Nacional de Teatro en su país natal, donde comprendió las artes escénicas no sólo desde la perspectiva de la dirección, sino también en cuanto a temas de iluminación, vestuario y escenografía. El especializarse en antropología teatral, lo llevó a visitar sitios recónditos para conocer de rituales, festividades y básicamente acerca del teatro como expresión del pueblo. En su camino profesional, Armando ha tomado talleres con creadores internacionales, ha hecho giras y escrito ensayos y guiones para cine y televisión.
“Vimos que este espacio tenía potencial y que yo sé cocinar –y creo que cocino bien– y pensamos en juntar estas dos cosas. No es una idea nueva, desde luego, pero funcionó bien desde el primer espectáculo que fue ‘Amor Cuerdo’”
Humberto, originario de León, descubrió el arte desde pequeño por medio del piano. Estudió una carrera administrativa que no ejerce; pero, en la gastronomía encontró un área que le fascina al igual que el teatro. Formado también en el canto, atendió la Escuela de Música en Guanajuato, como alumno de materias libres; ha asistido a varios cursos y diplomados, como aquél que tomó en Barcelona con Dalton Baldwin acerca de Educación Artística.
Declara Humberto que siempre ha sido un buen cocinero. De hecho, fue fundador del restaurante de cocina mexicana Los Azulejos, el cual dirigió durante dos décadas. Paralelo a la gastronomía, siguió latente su interés por hacer música y teatro; con la compañía local Teatro Libre tuvo sus primeras experiencias escénicas.
Ambos se conocieron en 1994, cuando Armando visitó León para acudir al Festival Internacional de Arte Contemporáneo (FIAC). En Los Azulejos, llevaron a cabo durante 15 años montajes que después decidieron trasladar al lugar que hoy ocupan y que fue durante todo ese tiempo una casa de ensayos y el sitio donde producían los espectáculos.
Finalmente, en la Casa de la Complicidad han desarrollado al cabo de año y medio, ocho espectáculos en un formato que llaman ‘Las tertulias de la complicidad’ y que conjuntan teatro, gastronomía y música. Son montajes escénicos íntimos, en su mayoría piezas de comedia para una veintena de personas, para quienes cocinan un menú acorde al tema del espectáculo y que degustan durante el intermedio. ‘Las tertulias de la complicidad’ son sin duda una dinámica que se presta para la convivencia, pero también para el entretenimiento, el disfrute del arte, alimentar el espíritu y para que este par de artistas expresen creativamente lo que mejor saben hacer.
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