Poseedor de varios talentos, si se tratara de una construcción, Juan Carlos sería poco convencional y, desde luego, que nos invitaría a la reflexión.
Por: Mario Preciado (@mariopreciado_)
Fotografía: Diego Torres (@torres8168)
Juan Carlos se pasea en su espacio como si no encontrara su lugar, estamos en su departamento el que también es su oficina y taller de arte. En su computadora se escucha ‘Drops of Jupiter’ de Train y después ‘Gives You Hell’ de The All-American Rejects. Distingo un gusto evidente por el minimalismo, por el blanco y el negro. Algunas repisas soportan varios libros, uno acerca de iluminación, otro lleva el título ‘Falsa memoria’.
Después de mostrarnos sus cuadros y el lugar en el que pinta, comienza la sesión de fotos. Cada pose la conoce —en algún tiempo fue modelo a nivel internacional—. Se relaja, parece que ya encontró su lugar; siempre estuvo en él. De su taller trae unos lápices y marcadores que le he pedido para las fotos; asimismo, trae consigo un cuadro que lleva la frase “Surrealism is me” escrita a la inversa, la cual asegura lo resume bien.
A Juan Carlos González del Castillo siempre le gustó dibujar y armar cualquier suerte de juegos de piezas y construir casas con palos. Más grande se cuestionó si debía matricularse en Arquitectura o Diseño Industrial, pues también disfrutaba diseñar autos y motos. Con 15 años de edad se decidió por la primera.
“El arte es la esencia de la humanidad”, sentencia con la misma seguridad de todo lo que dice. Además de que su mamá es diseñadora de modas, en su familia siempre hubo pintores, músicos y mecenas de artistas. No era extraño ver en su casa pianos y pinturas. Esa sensibilidad le permite a Juan Carlos considerar que los arquitectos deben involucrarse más allá del propio diseño de la obra. “Para mí no tiene lógica que hagas un pastel, y alguien más los decore. Me encanta diseñar los muebles, los espacios, la iluminación; toda una atmósfera, hasta diseñar los cubiertos estaría increíble”.
Trazos, muros y pinceladas.
Hoy, se decanta por pintar rostros y animales, principalmente caballos, para él tienen un significado especial por su fuerte conexión psicológica. Además, le gusta pintar cómo se siente. Reconoce que actualmente tiene una influencia importante de Picasso, aunque es un admirador de Salvador Dalí.
De la arquitectura, sus estilos favoritos son el deconstructivismo y el minimalismo. Tiene una fascinación especial por la arquitectura japonesa y cómo aplican las enseñanzas de los griegos en cuanto a adaptarse a la naturaleza. Sus arquitectos predilectos: Rem Koolhaas, Tadao Ando y Frank Gehry, por su presencia arquitectónica y el entendimiento superior sobre cómo resolver los espacios.
“Cuando me propongo algo no hay nada más importante que eso (…) Hago lo que me apasiona en la vida; para mí no es un trabajo quedarme hasta la madrugada proyectando una casa, porque es lo que me gusta; así como pensar en que será una realidad”.
Desde hace un año, Juan Carlos fundó junto a su socio Jorge Luis Hernández López de la Mora, el despacho Atypical Architecture, con el cual han desarrollado oficinas, estructuras metálicas, un par de casas, una cafetería y el showroom para una marca de zapatos. En el otoño de este año viajará a Barcelona para estudiar en la Universidad Ramón Llull la maestría en Gestión de Diseño con especialidad en Cálculo y Diseño Estructural.
Es un hombre decidido, ambicioso y siempre se cuestiona. Una de sus metas —a cumplir en diez años— es ganar el premio Pritzker de Arquitectura. Lo que expresa no es un acto de egocentrismo, asegura, sino de conocer a la perfección sus capacidades.