Por: Juan Ramón V. Mora | Fotografía: Diego Torres
A pesar de ser un explorador incesante de su oficio, los ejes temáticos de la producción de Ramsés se mantienen siempre alineados a la fuente: él mismo.
Las piezas de Ramsés Ruiz (León, 1980) deben parte de su singularidad a la habilidad con que ejecuta sus permutaciones. La combinación entre técnica depurada, imaginería pop, alientos neoclásicos e intuiciones siderales provocan que cada una de sus piezas sea un producto sincero y peculiar. No se compromete con un estilo o una técnica, sino con las direcciones que le impone su propia curiosidad.
Sobre su método, Ramsés nos dice: “Hay piezas en las que si tengo algo muy preconcebido no funciona. Hay otras que están hechas muy preparadas y hay otras que no. Quiero volver a tener ese placer de improvisar. Es algo padre y difícil a la vez, porque siempre se busca en un artista la relación con un estilo (…) Tener como una marca o un estilo, sería como antinatural. Creo que siempre debo estar explorando”.
Sin seguir más tendencia que la de su propia intuición, Ramsés Ruiz modela lo mismo visiones de espeluznante contemplación interior que agudas críticas a la sociedad de consumo, tan despojada de trascendencia. Su integridad como artista se demuestra en la intención con que carga cada uno de los elementos que componen una pieza; desde el material hasta el título, todo está regido por un propósito bien meditado. Esta integridad ha rendido sus frutos, y su labor ha sido recompensada con numerosas exposiciones y reconocimientos como el premio del XXX Encuentro Nacional de Arte Joven o la mención honorífica de la Novena Bienal Monterrey FEMSA. Además, ha vivido y trabajado en el extranjero, lo que ha enriquecido y profundizado su visión.
Ramsés Ruiz es autor de una obra que sorprende por su capacidad para provocar. Aprovechando una técnica impecable, tiene como faro la fidelidad a su propia imaginación.
En la entrevista que concedió para MAXWELL, el escultor reconoció que el placer y la diversión son dos grandes impulsos para su trabajo, una perpetuación de su gusto infantil por jugar con la plastilina. Ese gusto es visible en sus esculturas, que combinan imágenes, estilos y conceptos de lo más variado en un juego de materia organizada que recurre con frecuencia a la ironía crítica.
De formación autodidacta, el entusiasmo por crear lo ha llevado a formarse un camino individual, alejado de las escuelas y las corrientes del mundillo artístico. “Los que se meten a estudiar arte ya saben a dónde van, a dónde le tiran; ya saben todo. Se imaginan ‘cuando crezca quiero estar en tal galería’, ‘quiero hacer esto y esto’. Los van formando. Yo sin saber, ni nada, me empecé a formar solo”, comentó.
Lo que hay más allá es uno de sus principales intereses, incluso en el trabajo, en la técnica. “Ahora hay muchos artistas que no saben utilizar materiales, no saben modelar, no saben muchas cosas. Yo tengo toda mi vida haciendo esto, entonces conozco sobre cerámica, bronce, resina, pintura, moldes. Eso expande tu mente para hacer todo lo que tu imaginación te dé”.
Atento a las correspondencias entre el espacio interior y el exterior, Ramsés continúa su labor desde León, proponiendo con su obra una rendija por la cual asomarse a su alma, una rendija que quizás sea, también, una salida de emergencia.