Existen proyectos que nacen destinados a un sitio en particular, pero los hay otros que reconfiguran
el sitio en el que se han ubicado… esto es Saya Park, una tríada arquitectónica excepcional.
Texto: Carlos Castanheira
Fotografía: Fernando Guerra (FG+SG), JongOh Kim
En arquitectura el espacio es tiempo, la luz es la forma definida; en arquitectura la ruta sorprende y los materiales ásperos transmiten elegancia. La función está ahí, presente; la sombra revela la belleza. Es así como dentro del espacio buscamos nuestro propio infinito, interno y personal.
El Observatorio. Cruzamos Saya Park a través de un bosque de pinos. Surcando el paisaje somos absorbidos de inmediato por la naturaleza. Las vistas se filtran a través de anudadas ramas y vegetación baja. Una torre de concreto expuesto se asienta sobre una pequeña colina, ubicándose sobre el valle, tratando de hacerlo más estrecho. La curiosidad nos lleva a la torre, donde subimos y alcanzamos la cima. Por nuestro camino pasamos ventanas que vislumbran el fugaz horizonte. En la parte superior se abre un balcón hacia el sur. El profundo valle se rinde a la escala de las montañas y a su historia. El descenso invita a la introspección a medida que regresamos a tierra. El acabado casi crudo del concreto expuesto contrasta con la pureza de las formas. A pesar de su apariencia simple, la esencia de la torre es compleja. Su función es la naturaleza propia de la arquitectura.
El Pabellón de Arte. Un espacio contemporáneo acoplado a la colina y el sitio adaptado también a él. Justo así, todos nos adaptamos a la belleza de este proyecto. La fuerte voluntad de construir esta idea particularmente en este territorio permitió superar todos los desafíos. El camino del bosque se abre paso entre altos muros de hormigón, de textura áspera y grafía elegante. Pasamos a la biblioteca, un volumen aislado investido al estudio y a la información. Ingresamos al Pabellón de Arte como a una escultura que nos absorbe y nos permite sentir el espacio, la luz, la sombra, el tiempo; lo que está antes y lo que está más allá. Al llegar al final de la ruta, nos será presentada una visión externa del infinito.
La Capilla. Saya Park carecía de una capilla. Se necesitaba un espacio de belleza interna. Había muchos símbolos para la meditación y la introspección, permitiendo a los visitantes experimentar momentos de encuentro personal al aire libre. El edificio de la Capilla se esconde en la ladera, abriéndose hacia el Este para captar la luz del nuevo día y compartir la ubicación con otros espacios de gran simbolismo y significado emocional. Su geometría es pura, pues su función también lo es. Al entrar nos bañamos en luz desde arriba, la cual penetra a través de una pequeña abertura. Su efecto de grandeza es sorprendente. Destinado a la adoración cristiana nos abre a la espiritualidad. El espacio, el tiempo y la meditación son grandes maravillas que encajan en la totalidad de esta tríada arquitectónica… como lo hacen en el alma.
Arquitectura: Álvaro Siza + Carlos Castanheira
Oficina en Portugal: CC&CB Arquitectos
Colaboradores: Rita Ferreira, Diana Vasconcelos, Luíza Felizardo, Nuno Rodrigues, Filipa Guedes
Modelado 3D: Germano Vieira
Consultor Estructural: HDP, Paulo Fidalgo
Mobiliario de Madera: SPSS, Serafim Pereira Simões Sucessores
Mobiliario de Piedra: Sousa Mármores
Esculturas de Acero: SteelProf, Soluções de Metalomecânica
Ubicación: Gyeongsangbuk-do, Corea del Sur