Tras una intensa descarga de energía y adrenalina al iniciar la pandemia, sobrevino una meseta prolongada de adaptación, miedo, incertidumbre, desconcierto y, al mismo tiempo, adaptación.
Por: Tere Almanza
Fotografía: Especial
Cada quien buscó su manera de reclamar la libertad “robada”, cada quien tuvo que enfrentar su realidad emocional.
Después, vino una breve transición donde parecía que todo acababa: fue la bocanada de aire fresco que necesitábamos antes del segundo despunte, ahí afloró de nuevo la incertidumbre, la resignación y el agotamiento pandémico. Como no hay mal que dure cien años –ni cuerpo que lo resista– eventualmente se comenzó a reestablecer, poquito a poco, una vida más normal. Nunca como antes, pero con ciertas ventanas abiertas y entonces… nada.
De pronto se sintió una gran pausa en blanco donde no sabemos si seguimos matando los días, nos replanteamos y cuestionamos mucho o todo y volteamos a los lados dándonos cuenta de que nada es igual. Todos los días escucho mensajes de que este tiempo parece un reset, un renacimiento, un desprendimiento. Es más evidente esa sensación de hacer y hacer y no avanzar. Nos hemos topado de frente con el pasado para dar un brinco, por fin, a otra espiral; de lo contrario, seguiremos dando vueltas en la misma vía.
Quedarnos con la mente en blanco, el día en blanco, los planes en blanco… en realidad sólo nos muestran lo que siempre fue. Lo único que hay es aquí y ahora, no necesitamos tanto equipaje. Emocionalmente está bien no poder con todo y, sobre todo, procurar lo necesario para abrazarnos y ponerle ese bálsamo al cuerpo y el alma.
Ve un día a la vez, un momento a la vez, una cosa a la vez. La vida se ordena si filtramos jerárquicamente lo importante de lo más a menos esencial. Y, estar en blanco, está siendo lo mejor que te pudo pasar: ahí las posibilidades son infinitas, caben todas las formas y colores. Estar en blanco es también una manera de decirle sí a toda tu historia –con todos sus claroscuros–, de reimprimir lo que sembramos día a día para mañana, de agradecer lo que no fue, de dejar de necear en donde no es y de dejar de sostener lo insostenible. Una vida distinta es un recordatorio de que lo lograste. En ti habita tu mejor refugio y sólo por estar aquí, ahora, naciste ganando.