Por cerca de treinta años, el bajo ha acompañado su vida. Humilde, decidido y audaz, su amplia preparación y trayectoria son su mejor carta de presentación.

Por: Mario Preciado (IG: @mariopreciado_)
Fotografía: Diego Torres (IG: @torres8168)

Carlos se crio escuchando las composiciones de Beethoven y Shostakovich (por influencia de su padre) en la casa de Comanjilla donde creció. Allí, era frecuente tener la visita del fotógrafo Enrique Bostelmann, amigo de la familia y de quien se maravillaba con el ritual previo que acompañaba a cada una de sus tomas.

Entrevistamos a Carlos en el estudio que tiene en su casa, sobresale la cantidad de libros que tiene, y penden de las paredes fotos que ha tomado. Allí, se ha cuestionado cómo será volver a los escenarios, una vez que la pandemia por Covid-19 lo permita, pero también fue donde recientemente surgió la idea de hacer un libro con una selección de sus fotos, hobby que le inquieta y cuya técnica ha mejorado con práctica y clases. ‘La estética de lo encontrado’ es el título de la obra digital, en la que intervinieron sus amigos e Hilda (su esposa) con algunos textos.

Lo primero que supo Carlos acerca del bajo y su función, lo aprendió de su padre; a los 18 años compró el primero que tuvo, para ello lo acompañó su amigo Cristóbal Plascencia. El también músico, le enseñó en unos cartoncitos todo acerca del diapasón del instrumento. ‘No dejes que’ de Caifanes, fue el primer tema que le asignó aprenderse; pero, por gusto propio, le siguió uno de la banda británica Carcass.

Continuó sus estudios con el maestro Mauricio Salinas; para esa época ya tocaba en tres agrupaciones, una de ella Dies Irae, a la cual ha pertenecido desde hace más de dos décadas. Además, durante siete años tomó clases de violonchelo con el maestro José Covarrubias, aprendiendo lo suficiente para aventurarse a tocar, junto a su amigo Alejandro Alcázar, en ceremonias religiosas.

“El bajo ha estado en algunos de los mejores momentos de mi vida y el mismo bajo los ha proporcionado, sin él quizás no habrían sucedido. La música me ha dado muchísimo”

Uno puede entender su necesidad de volver a presentarse ante un público cuando repasa la extensa lista de artistas con los que ha colaborado y los foros donde se ha presentado. En el ámbito local, ha tocado –por mencionar algo– con las bandas Zayza, Fe Negra, Trento, Sencilla Canica y, por supuesto, Dies Irae, con la que grabó los álbumes ‘Ethereal’ y ‘Naive’, éste último en Gotemburgo (Suecia) bajo el liderazgo del reconocido productor Fredrik Nordström. Posteriormente, en 2002, participó en la grabación del álbum homónimo de la banda Kilómetro en Los Ángeles (California), del productor Benny Faccone.

A su regreso, se siguió preparando con otros virtuosos bajistas y teniendo múltiples presentaciones; a la fecha, ha grabado cuatro discos como solista: ‘Chunky Family’ (2001), ‘Dios con el hombre’ (2004), ‘Morpho’ (2008); y, más recientemente, ‘Moiras’ (2018), un álbum con siete composiciones originales que sonorizan el mito griego de las Moiras, trinidad femenina asociada al destino individual de las personas.

El confinamiento no ha significado una pausa estática, en ese tiempo ha podido discernir qué tipo de proyectos son los que más le interesa realizar. Con una preferencia especial por tocar funk, jazz y rock, es un tipo humilde, audaz y determinado, quien busca seguir divirtiéndose con la música, aprender más y promover los saberes del bajo. “El bajo ha hecho mucho por mí, y siempre trato de regresarlo”. Afirma que volver a tocar se ha convertido en una necesidad física, económica y espiritual.