Por: Fernanda Martínez (@fer.mo.art)
Fotografías: Diego Torres (@torres81689)

Pintor autodidacta y artista plástico contemporáneo.

Las dificultades de la vida, académicas y consigo mismo lo forzaron a descubrir que la pintura es lo que verdaderamente le apasiona; fue entonces que tomó la decisión de dejarlo todo y empezó a disfrutar el crear y pintar, y de esa forma renacer como un artista.

Leonardo Díaz Guerrero es un pintor autodidacta y artista plástico contemporáneo nacido en la ciudad de Querétaro en 1982.

Actualmente está trabajando en obras que comuniquen temas y conceptos más precisos y puntuales. Como en una de sus más recientes series llamada Drunk, donde traduce la tragedia y la euforia. En esta serie logra manifestar un concepto de dualidad mediante una exuberancia de emociones que a veces las llamamos “positivas”; plásticamente combinó estas ideas con autos chocados y gente borracha, no necesariamente como una nota de alarma.

Ahí se dio cuenta de que para él, la comunicación a través de la pintura es incluso más importante que la exploración estética, por lo que últimamente ha estado enfocado en la reflexión del concepto y la pintura como medio de comunicación.

Toda su vida ha dibujado y pintado, su mente y manos siempre están creando. Creció con el mito tóxico de que los artistas se mueren de hambre, así que lo desechó como profesión y vio a la pintura como un hobby que le fascinaba.

Las dificultades de la vida, académicas y consigo mismo lo forzaron a descubrir que la pintura es lo que verdaderamente le apasiona; fue entonces que tomó la decisión de dejarlo todo y empezó a disfrutar el crear y pintar, y de esa forma renacer como un artista.

Empezó a realizar cambios en su vida y de ciudades. Una etapa importante estuvo en Cholula, Puebla, trabajando en un taller de arte underground. Ahí hacían eventos culturales donde los pintores contemporáneos daban talleres y exponían. Le invitaron a empezar a dar clases ahí mismo, y al aceptar se empezó conectar con los demás profesores, que son unos maestros de la pintura en Puebla.

Al iniciar con eso se dio cuenta de su empatía y conexión con ellos, quienes ya tenían una trayectoria importante, aprovechó para empaparse, platicar y consultarles sobre las diversas técnicas. Entre ellos hacían exposiciones colectivas y comenzaron a invitarlo.

Para Leo, nos comenta, esto fue una plataforma personal de confianza en su nueva profesión como pintor. “Todos los mitos que tenía sobre ser artista y sobrevivir los dejé en un bote de basura”. Se fueron dando los elementos para que pudiera continuar y aún sigue en este noble camino de expresión.

Tiempo atrás practicaba la experimentación en sus obras, por lo que comenzó a crear un lenguaje con el que le hacía sentido este renacimiento personal. Ahora, ya que logró dejar la experimentación atrás comienza a madurar y refinar los procesos discursivos de su trabajo.

Su proceso creativo lo entiende principalmente como uno mental, tanto que, cuando pinta, su técnica se plasma en los colores, luces y sombras mágicamente intuitivas.

La comunicación interna que crea, se logra mediante la lectura como narrativa, además, fluye con ensayos filosóficos y sociales. De ahí le brotan frases, párrafos y episodios con fuerza discursiva que permanecen desde el momento que percibe una ansiedad por expresarlo hasta que logra plasmarlo en su obra. Si las ideas le toman más tiempo de fermentación del que él espera, llega el momento que pierde fuerza y lo desecha.

Vive en introspección, conectado a su mente que logra calmar a través de la meditación. Desde muy joven lleva un diario donde escribe sobre su vida. Encuentra inspiración y referencias de otros artistas como Peter Doig, Michael Armitage y Justin Mortimer, todos contemporáneos.

La última serie que realizó está titulada: “Imprecisiones de la historia no inmediata”, que actualmente está expuesta en la Galería Intersección en Fábrica La Aurora en San Miguel de Allende. En ella trata sobre las vacilaciones de la memoria, donde él emula una imprenta y logra dejar huella sobre cierto momento de la vida de una persona donde le brotan imágenes, vive el clima, vegetan emociones y sentimientos. Esto da como resultado una imagen divinamente amorfa, dejando como legado las imprecisiones de la memoria.