Texto: Fernanda Martínez Oñate (@fer.mo.art) | Fotografía: Diego Torres

Fusionando la fantasía con la realidad.

Miguel López, de 52 años y originario de León, ha sido profundamente influenciado por una infancia rica en costumbres. Criado entre las dinámicas urbanas de la ciudad y las tradiciones rurales de Purísima del Rincón y Jalpa de Cánovas, sus experiencias de la niñez, marcadas por el costumbrismo, la cultura del México antiguo y las vibrantes peregrinaciones, han impregnado su obra artística con una riqueza de color y luz que ha evolucionado a lo largo de los años.

Creó su primera obra a los 6 años, mostrando desde entonces una seriedad notable en su enfoque artístico. Tal era su pasión por la pintura que prefería asistir a su clase antes que celebrar su cumpleaños con una piñata. En su afán creativo pintaba incansablemente,
incluso utilizando los vestidos de su madre para hacer sus bastidores, destrozando la casa en el proceso. Sin embargo, lejos de regañarlo, su mamá y su abuela lo alentaron constantemente a seguir creando, convirtiéndose en sus principales impulsoras.

Estudió Diseño Gráfico en la Universidad La Salle Bajío y durante 18 años lideró el departamento de dirección de Arte en Liverpool. Aunque siempre consideró las artes un pasatiempo, tras trabajar en visual merchandising y displays, decidió dedicarse a él.

Desde hace 17 años ha entregado su vida a esta vocación aprendiendo a plasmar sus ideas a través de la experimentación y las experiencias cotidianas.

En sus inicios se dedicó al arte abstracto, pero con el tiempo exploró nuevos horizontes creativos que lo llevaron a desarrollar una habilidad para capturar los rostros de las personas en trazos rápidos y precisos. Su serie de monigotes surgió de manera inesperada cuando su galerista en Sonora le solicitó una colección de retratos. Aunque inicialmente afirmó tenerla, se sorprendió al saber que el galerista estaba ya en camino hacia su estudio.

En un tiempo récord de 30 minutos realizó 60 monigotes utilizando trazos y caligrafías libres a gran escala, completando cada obra en menos de un minuto y dando vida
a una colección extraordinaria. Los monigotes fueron evolucionando con piezas más pensadas y más detalladas.

Evita encasillarse en un solo estilo, lo que le brinda una libertad creativa que se manifiesta en obras auténticas y versátiles. Define su trabajo como un caleidoscopio, donde las técnicas mixtas enriquecen cada pieza agregando complejidad e interés.
Le fascina explorar el tiempo y los planos, tejiendo historias ilimitadas que fusionan lo real con lo ficticio, creando escenarios únicos que oscilan entre la fantasía y la realidad.

Miguel, con una notable sensibilidad, valora todo lo que sus sentidos captan: lo que sus ojos observan y lo que sus oídos escuchan. Está atento a los decibeles que vivimos los seres humanos, como la vida e historias de la gente que ama o la tragedia de su mejor amiga. A pesar del caos del mundo, su positivismo lo impulsa a buscar formas de infundir esperanza; es en este torrente de emociones donde encuentra su inspiración.

Junto con los viajes que ha realizado y que lo han enriquecido, este es el punto de partida desde el cual comienza a entretejer y crear. Ha trabajado en ferias nacionales e internacionales, con arquitectos e interioristas. Su obra ha visitado Europa, Estados Unidos y Asia; además de encontrarse en galerías de CDMX, Sonora, León, Hoteles Boutique y lugares holísticos.

Ha tenido dos exposiciones muy importantes, una en el Museo Diego Rivera de Guanajuato y otra en el MIM de La Salle, compartiendo recinto con el maestro Gallardo. También ha realizado colaboraciones con varios artistas y exposiciones en el Centro Veracruzano de Coyoacán, con Casa Italia y más.

‘Historias de una línea’ es una exposición que se inauguró el pasado 8 de agosto en la nueva galería del artista Alejandro López, un gran amigo de Miguel con quien comparte más de 30 años de complicidad. Esta es la segunda muestra en el nuevo proyecto de López, y se presenta desenfadada, lúdica e irreverente, con más de 400 piezas en diferentes formatos.

Miguel cree que una pieza de arte tiene la capacidad de hablar y comunicarse de manera única según el entorno en el que se encuentra. La misma pieza puede transmitir un mensaje completamente distinto si viviera en un espacio diferente. Quiere ofrecer al espectador una pieza mediante la cual pueda conectar con seres en otra parte del planeta.