La felicidad de un niño no está en complacerle todo lo que desea, para que así se pueda convertir en un adulto que pone el deber, el bien común y el ser productivo y eficiente por encima de la autocomplacencia.

Por: Esther Crisóstomo
Fotografía: Cortesía

La felicidad de un niño no está en complacerle todo lo que desea, para que así se pueda convertir en un adulto que pone el deber, el bien común y el ser productivo y eficiente por encima de la autocomplacencia.

El placer y la felicidad son cosas muy distintas. La felicidad está en saberse amado, provisto, protegido, seguro, corregido, disciplinado, habilitado con recursos emocionales y personales para enfrentar la vida y es un beneficio permanente; mientras que el placer solo es momentáneo y siempre se va a requerir de un estímulo.

5 acciones de disciplina positiva que contribuyen a la felicidad de un niño y a la formación de su carácter son:

1.- Autoridad confiable
Las decisiones que toma son basadas en el beneficio parmente del niño, no en algo momentáneo. Ejemplo: ¿Mamá, puedo jugar en el ipad? Con la intención de que esté entretenido y no haga un berrinche lo deja. Es un placer momentáneo. Decidir como adulto es decir: “No, la regla del iPad es usarla los viernes después del colegio una hora”. Así se tiene una autoridad, reglas y tolerancia a la frustración frente a la negación.

2.- Hablar en positivo
“Limpia tu habitación” es mejor que: “Eres un desordenado”, o “respeta a tu hermano”, en vez de: “Eres un grosero”.

3.- Reglas y límites  
Éstas deben respetarse; por ejemplo, los horarios de juego, cosas que no son suyas o no son para jugar, protocolo para dirigirse a las demás y cuidado de sí mismo y sus pertenencias. 

4.- Conexión afectiva y de confianza
Como los abrazos prolongados, besos antes de dormir, palabras de aprecio, motivación, amor y reconocimiento breves y sinceras. Verlo a los ojos cuando lo escucha y leer un libro juntos.

5.- Mas risas y aprendizajes que regaños y reclamos
Hay que explicarles la vida, decirles cómo funcionan las cosas y cómo se puede aprender de los errores y aciertos.


En la medida que dedicamos tiempo para educar, dejamos experiencias vivificantes en la vida, recuerdos en su corazón y herramientas para su vida adulta.