El cuerpo, la migración, la identidad y los milagros son los principales motivos que conforman su obra.

Texto: Fabio Mendoza
Fotografía: Cortesía

Yoel Díaz es un artista completo que ha hecho vida y carrera en México. Estudió en la Academia Nacional de las Bellas Artes San Alejandro y, desde pequeño, trabajó en el taller Eduardo Abela; en ese espacio lleno de bohemios se nutrió de todo lo que tuviera que ver con el arte, ya que asistían desde artistas plásticos hasta escritores, músicos, actores o realizadores de cine. Comenzó como profesional en 1994, a la edad de 15 años, al iniciar sus estudios en la Academia.

Sobre por qué eligió la carrera del arte, Díaz dice: “Así como desde muy joven sabía que quería ser artista plástico, siempre supe de igual manera que el medio idóneo para identificarme era la pintura. Me he considerado siempre un defensor de la buena pintura, nutriéndome de muchos medios de expresión porque aunque soy un artista de caballete me enriquezco con la asimilación de otros medios visuales dentro del arte contemporáneo”.

El pintor de origen cubano, bien arraigado en nuestro país, tuvo una exitosa exposición en Puerto Vallarta a finales de 2019.

Esta es, y será por muchos años más, la forma en la que puede plasmar quién es, sus inquietudes y su interioridad. “Disfrutar de la realización de un cuadro o una serie conlleva dedicación emocional y física, desde cocinar el color hasta una pincelada, veladura o cualquier fase de la obra; forman parte del disfrute. Es innegable que la satisfacción y el sacrificio se llevan de la mano”, confiesa.

La personalidad de la obra de Yoel se la dan el cuerpo, la migración, la identidad y los milagros; motivos que conforman lo que considera una obra plástica, contemporánea y figurativa. En los últimos años de trabajo, investigación y búsquedas conceptuales y formales, han surgido diferentes series las cuales convergen en un mismo fin, como diferentes caminos que llegan al mismo lugar o al mismo ser.

Desde sus años de estudiante, se convirtió en una obsesión el trabajo con el cuerpo humano. Como alguna vez lo comentó, se apropió de esa facultad del decir de los cuerpos para adentrarse en ellos, como un lector asiduo que los descubre y los muestra. Llegar desde Cuba a México no fue fácil, el año en que comenzó a radicar en México de manera permanente fue 2005.

“Ser un artista consolidado, el apoyo de mi familia y la perseverancia, me ayudaron a romper a corto plazo las ataduras del anonimato. Aún con una obra sólida, mi carrera dio un giro de 180 grados, no faltaron momentos difíciles; muchos han sido los que forjaron mi identidad como artista. Eso es algo que le agradezco a México cada día, el abrirme sus puertas y darme la oportunidad de mostrar y dejar aquí mi legado”.